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miércoles, 6 de noviembre de 2013

Migración indígena a las ciudades



La migración indígena a las ciudades



La migración entre los pueblos indígenas constituye uno de los fenómenos más importantes en la actualidad. Aunque sus orígenes se remontan a la historia colonial, el mayor volumen migratorio y sus impactos se comienzan a verificar con claridad desde mediados del siglo XX. El deterioro de las economías campesinas, la pérdida y disminución de las tierras comunitarias, la carencia general de recursos productivos, el crecimiento de la población, la salarización, la pobreza y factores subjetivos como la atracción por las “ventajas” de la vida en la ciudad, son algunas de las causas del tránsito a las urbes. 

La migración de los indígenas hacia las ciudades conlleva la desestructuración cultural, la asimilación y la discriminación. El migrante "rompe" con su comunidad y se integra al escenario no indígena de la urbe. Dado que las condiciones de la ciudad inhiben el desarrollo de las identidades indígenas, el sentido de comunidad de estas identidades se ve debilitado por esta transición demográfica.



En las últimas décadas la presencia indígena ha adquirido otros rasgos que tienen que ver parcialmente con la correlación urbano-rural de las poblaciones indígenas. Así, por ejemplo, en Chile más del 70% de la población indígena vive en ciudades. A medida que aumenta este caudal migratorio, el núcleo de migrantes urbanos va dando mayor continuidad a los nexos con sus tierras de origen. Lo mismo ocurre con la formación de barriadas, poblaciones o pueblos jóvenes de Ciudad de México, Bogotá o Lima, donde se han formado verdaderos “barrios indígenas” que dan cabida a las sucesivas oleadas de nuevos migrantes, y que constituyen redes formales e informales de apoyo mutuo, organizaciones vecinales, culturales, políticas y productivas que poseen como núcleo aglutinador un sentido de pertenencia o identidad colectiva. Este fenómeno podría ser fundamental para entender los procesos de etnogénesis en el ámbito urbano, porque la construcción de los vínculos de parentesco y comunitarios en la ciudad permitirían la reelaboración de la tradición (ceremonias y fiestas tradicionales, etc.) en un contexto diferente y muchas veces hostil.

En Bolivia, Colombia, Perú, Chile, Guatemala y México existen redes comerciales indígenas que articulan espacios lejanos y diversos, incluso a través de fronteras nacionales. En algunos casos, se ha comprobado que una parte importante de la población indígena que emigra a las ciudades retorna a su lugar de origen, como es el caso de las mujeres mapuches de Chile.



En décadas recientes, El Salvador y Nicaragua sufrieron desplazamientos de población indígena debido a guerras civiles. Lo mismo ocurre hoy en zonas de conflictos como el Estado de Chiapas en el sur de   México, y en Colombia, donde la acción de grupos armados ha creado un clima de violencia generalizada en ciertas áreas, afectando en forma directa a diversos grupos indígenas que han sido desplazados o conminados a sumarse a las acciones. Los U’wa en la Guajira y los Cuibas en Arauca-Apure son los principales grupos indígenas afectados. Con la violencia se lesionan también los recursos patrimoniales de las comunidades, tales como fuentes de agua, bosques y tierras, generando nuevos factores de expulsión. En muchos casos, la violencia ha sido dirigida directamente contra los indígenas.

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